En los tiempos antiguos, dicen los indios ser la tierra y provincia del Perú oscura, y que en ella no había lumbre no día; que había en este tiempo cierta gente en ella, la cual gente tenía cierto señor que la mandaba y a quien ella era sujeta; del nombre de esta gente y del señor que la mandaba no se acuerdan. Y en estos tiempos que esta tierra era toda noche, dicen que salió de una laguna que es en esta tierra del Perú, en la provincia que dicen de Collasuyo, un señor que llamaron Kon Tiksi Wiraqocha; el cual dicen haber sacado consigo cierto número de gentes, del cual número no se acuerdan. Y como ese señor hubiese salido de esa laguna, fuese allí a un sitio que es junto a esa laguna, que está donde hoy día es un pueblo que llaman Tiawanako, en esta provincia ya dicha del Collao; y como allí fuese él y los suyos, luego allí en improviso dicen que hizo el sol y el dìa, y que al sol mandó que anduviese por el curso que anda; y luego dicen que hizo las estrellas y la luna. El cual Kon Tiksi Wiraqocha, dicen haber salido otra vez antes de aquella laguna, y que en esta vez primera que salió, hizo el cielo y la tierra, y que todo lo dejó oscuro; y que entonces hizo aquella gente que había en el tiempo de la oscuridad ya dicha; y que esta gente le hizo cierto deservicio a este Wiraqocha, y como de ella estuviese enojado, retornó esta vez postrera y salió como antes había hecho, y a aquella gente primera y a su señor, en castigo del enojo que le hicieron, hìzolos que se tornasen piedra luego.

Así como salió y en aquella misma hora, como ya hemos dicho, dicen que hizo el sol y día, y luna y estrellas; y que esto hecho, que en aquel asiento de Tiawanako, hizo de piedra cierta gente y a manera de dechado de la gente de después había de producir, haciéndolo en esta manera: que hizo de piedra cierto número de gente y un principal que la gobernaba y señoreaba y muchas mujeres preñadas y otras paridas y que los niños tenían en cunas, según su uso; todo lo cual así hecho de piedra, que lo apartaba a cierta parte; y que él luego hizo otra provincia allí en tiawanako, formándolos de piedras en la manera ya dicha, y como los hubiese acabado de hacer, mandó a toda su gente que partiesen todos lo que él allí consigo tenía, dejando sólo dos en su compañía, a los cuales dijo que mirasen aquellos bultos y los nombres que les había dado a cada género de ellos, señalándoles y diciéndoles: “estos se llamarán los tales y saldrán de tal fuente, en tal provincia, y poblarán en ella, y allí serán aumentados; y estos saldrán de tal cueva, y se nombrarán los fulanos, y poblarán en tal parte; y allí como yo aquí los tengo pintados y hechos de piedra, así han de salir de las fuentes y ríos, cuevas y cerros, en las provincias que así os he dicho y nombrado; iréis luego todos vosotros por esta parte (señalándoles hacia donde sale el sol), dividiéndoles a cada uno por sí y señalándoles el derecho que deban de llevar”.

Y así partieron estos wiraqochas que habéis oído, los cuales iban por las provincias que les había dicho Wiraqocha, llamando en cada provincia, así como llegaban, cada uno de ellos, por la parte que iban a la tal provincia, a los que el Wiraqocha en Tiawanako les enseñó de piedra y que en la tal provincia habían de salir, poniéndose cada uno de estos wiraqochas allí junto al sitio donde les era dicho que la tal gente allí había de salir; y siendo así, allí este wiraqocha decía en alta voz: “Fulano, salid y poblad esta tierra que está desierta, porque así lo mandó el Kon Tiksi Wiraqocha, que hizo el mundo”. Y como estos así lo llamasen, luego salían las tales gentes de aquellas partes y lugares que así les era dicho por el Wiraqocha. Y así dicen que iban estos llamados y sacando a las gentes de las cuevas, ríos y fuentes y altas sierras, y poblado la tierra hacia la parte donde el sol sale.

Y como el Kon Tiksi Wiraqocha hubiese ya despachado esto, he ido en la manera ya dicha, dicen que a los dos que allí quedaron con él en el pueblo de Tiawanako los envió asimismo a que llamasen y sacasen a las gentes en las maneras que ya habéis oído, dividiendo estos dos en esta manera: envió el uno por la parte y provincia de Condesuyo, que es, estando en este Tiawanako las espaldas donde el sol sale, a la mano izquierda, para que asimismo fuesen hacer lo que había ido los primeros, y que así mismo llamasen a los indios y naturales de la provincia de Condesuyo; y que lo mismo envió el otro por la parte y provincia de Andesuyo, que es la mano derecha, puesto en la manera dicha, las espaldas hacia donde el sol sale. 

Y estos dos así despachados, dicen que el Wiraqocha partió por la derecha hacia el Cuzco, que es por el medio de estas dos provincias, viniendo por el camino real que va por la sierra hacia Cajamarca; por el cual camino iba él asimismo llamando y sacando a las gentes en la manera que habéis oído. Y como llegase a una provincia que dicen Cacha, que es de indios Canas, la cual está dieciocho leguas de la ciudad de Cuzco, este Wiraqocha, como hubiese allí llamado a estos indios Canas, que, luego como salieron, salieron armados, y como viesen al Wiraqocha, no conociéndolo, dicen que se venían a él con sus armas todos juntos a matarle; y que él, como los viese venir así, entendiendo a lo que venían, luego de improviso hizo que cayese fuego del cielo y que viniese quemando una cordillera de un cerro hacia donde los indios estaban.  Y como los indios viesen el fuego, tuvieron temor de ser quemados y arrojaron las armas en tierra, y se fueron derecho al Wiraqocha, y como llegasen a él, se echaron por tierra todos; el cual, como así los viese, tomó una vara en las manos y fue donde el fuego estaba, y dio a él dos o tres varazos y luego fue apagado. Y todo esto hecho, dijo a los indios cómo él era su hacedor; y luego los indios Canas hicieron en el lugar donde él se puso, para que el fuego cayese del cielo y de allí partió a matarles, una suntuosa huaca, que quiere decir adoratorio o ídolo, en la cual huaca ofrecieron mucha cantidad de oro y plata estos y sus descendientes, en la cual huaca pusieron un bulto de piedra esculpido en una piedra grande de casi cinco varas de largo y de ancho una vara o poco menos, en memoria de este Wiraqocha y de aquello allí sucedido; por lo cual dicen estar hecha esta hueca desde su antigüedad hasta hoy. Y yo he visto el cerro quemado y las piedras de él, y la quemadura es de más de un cuarto de legua; y viendo esta admiración, llamé en este pueblo de Cacha a los indios y principales más ancianos, y preguntòles qué hubiese sido aquello de aquel cerro quemado, y ellos me dijeron esto que habéis oído. Y la huaca de este Wiraqocha está a la derecha de esta quemadura a un tiro de piedra de ella, en un llano y de la otra parte de un arroyo que está entre esta quemadura y la huaca. Muchas personas han pasado este arroyo y han visto esta huaca, porque han oído lo ya dicho a los indios, y han visto esta piedra. Preguntando a los indio qué figura tenia este Wiraqocha cuando así le vieron los antiguos, según que de ello ellos tenían noticia, dijièronme que era un hombre alto de cuerpo y que tenía una vestidura blanca que le daba hasta los pies, y que esta vestidura le traía ceñida; y que traía el cabello corto y una corona hecha en la cabeza a manera de sacerdote; y que andaba destocado; y que traía en las manos cierta cosa que a ellos les parece el día de hoy como estos breviarios que los sacerdotes traían en la mano. Y esta es la razón que yo de esto tuve, según que los indios me dijeron. Y preguntòles como se llamaba aquella persona en cuyo lugar aquella piedra era puesta, y dijeronme que se llama Kon Tiksi Wiraqocha Pachayachachiq, que quiere decir en su lengua, “Dios hacedor del mundo”.

Y volviendo a nuestra historia, dicen que después de haber hecho en esta provincia de Cacha este milagro, que pasó adelante, siempre entendiendo en su obra, como ya habéis oído, y como llegase a un sitio que ahora dicen el Tambo de Urcos, que es seis leguas de la ciudad de Cuzco, subiòse a un cerro alto y sentòse en lo más alto de él, de donde dicen que mandó que produjesen y saliesen de aquella altura los indios naturales que allí residen el día de hoy. Y porque este Wiraqocha allí se hubiese sentado, le hicieron en aquel lugar una muy rica y suntuosa huaca, en la cual huaca, porque se sentó en aquel lugar este Wiraqocha, pusieron los que la edificaron un escaño de oro fino, y el bulto que en lugar de este Wiraqocha pusieron, lo sentaron en este escaño; el cual bulto de oro fino, en el reparto del Cuzco que los cristianos hicieron cuando lo ganaron, valió dieciséis o dieciocho mil pesos. Y de allí el Wiraqocha partió y vino haciendo sus gentes, como ya habéis oído, hasta que llegó al Cuzco; donde llegado que fue, dicen que hizo un señor, al cual puso por nombre Alcaviza, y puso nombre asimismo a este sitio, donde este señor hizo, Cuzco; y dejando orden como después que él pasase produjese los orejones, partió adelante haciendo su obra. Y como llegase a la provincia de Puerto Viejo, se juntó allí con los suyos que antes de él enviaba en la manera ya dicha, y como allí se juntase, se metió por la mar junto con ellos, por donde dicen que andaba él y los suyos por el agua así como si anduviesen por tierra.