La búsqueda de protección y fortalecimiento de una identidad nacional y de clase ha dado luz al culto de la Virgen de Guadalupe. Esta se ha convertido en un culto nacional (mexicano) e incluso latinoamericano que abarca a una gama de diosas aztecas de diversos nombres y atributos complementarios.
Se sostiene que la fuerza y cohesión que contiene la Virgen de Guadalupe se fundamenta en la absorción de los cultos y divinidades de los conquistados con los nuevos pueblos dominantes. Así, la Guadalupe española se sobrepone a la Tonantzin-Coatlicue azteca. Lo mismo sucedió con las conquistas de los aztecas “Cuando invadieron las tierras del valle de México, los aztecas dominaron a los pueblos agricultores que ya habitaban en el lugar. La primera de estas diosas se llamaba Cihuacóatl, que quiere decir mujer serpiente y que la llamaban Tonantzin. (…) Sobre un santuario de Tonantzin en el Tepeyac, donde venían a rendir los cultos los oprimidos a su madre, se veneró posteriormente la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe”.
La Virgen de Guadalupe traída por los españoles no es la misma Virgen venerada por el pueblo mexicano. Ante la necesidad de una imagen diferente, de un símbolo que uniera y representara todas las creencias surge la primera aparición de la Virgen de Guadalupe Mexicana impresa en la tilma del aborigen Juan Diego en 1531 y en 1609 se construye su santuario en el cerro Tepeyac.
Es de destacar que el arquetipo de Gran Madre con su aspecto dual ante la vida y la muerte subyace a las prácticas religiosas de los indígenas mexicanos. Por ello, la Virgen María al sincretizarse con ellas (las diosas indígenas) satisface la necesidad de los pueblos latinoamericanos de un culto y una identidad nacional. Asimismo, se complementa con figuras femeninas como madres, mujeres y amantes, que representan la totalidad de la vida y la muerte. “Una figura como la Virgen María, despojada de diferentes aspectos de su femineidad, no puede subsistir en su forma parcial en unas naciones que se preguntan por su propia identidad, que están en proceso de formación y encarnan el deseo de inclusión (…) la aparición de la Virgen de Guadalupe en el cerro de Tepeyac lleva al sincretismo de ésta con la diosa Tonantzin, otorgando a los mexicanos la oportunidad de venerar un arquetipo femenino más completo”.
La Virgen de Guadalupe, consagrada como la Virgen de los pueblos latinoamericanos, representó y representa las luchas por la independencia de pueblo mexicano y la resistencia contra la constante amenaza de las potencias extranjeras. Ya en el siglo XX, Zapata tomó Cuernavaca con la bandera de la Virgen de Guadalupe. Esta figura femenina entonces no sólo es un símbolo de religiosidad popular sino también un motor de cambio y fundamento de liberación de los pueblos latinoamericanos.